miércoles, 10 de octubre de 2012

EL LIDERAZGO DESDE UNA ÓPTICA DE SERVICIO



Por: Aracelys Pereira


Servir es una acción tan propia de los humanos que se puede decir que es la clara manifestación de sus sentimientos más profundos. Obviamente, como toda influencia busca un beneficio, esta acción busca en la contraparte el reconocimiento de sus valores y como éstos pueden convertirlo cada vez en mejor ser humano.

Silíceo y colaboradores (2009) señalan que el servicio es un acto en el cual quien sirve se da a sí mismo en muchos sentidos, pero para hacerlo primero debe ser dueño de sí mismo. Cualquiera puede ser servil, pero muy pocos son capaces de servir en forma madura, pues quien sirve enfrenta el reto de construirse personalmente de manera tan sólida e integral que sin dudarlo puede derramar su ser en otros mediante actos voluntarios que implican su desarrollo y crecimiento. Al analizar este criterio se puede inferir que el liderazgo de servicio asume una base espiritual que busca, promueve o genera un beneficio en el otro y en uno mismo a través de actos de amor.

Para definir el liderazgo de servicio, Bejarano y colaboradores (2010) exponen que es una relación de influencia en la que el líder arrastra a sus seguidores a través del servicio que les presta, sin siquiera pretenderlo, logrando adhesión mediante la generación de confianza. Esta relación solo puede darse construyendo vínculos en la medida en que el líder demuestre un interés sincero por atender las necesidades espirituales, sociales y físicas de sus seguidores.

Autores como Silíceo y colaboradores (2009) hacen mención a que este modelo de liderazgo ha dado resultados positivos cuando se presenta una condición de bumerang del servicio; una vez que la persona que lo recibe percibe la humildad del líder, espontáneamente siente la necesidad de responder a esa atención. Un ejemplo que ilustra lo anterior se da con la anécdota de un gerente de planta llamado Don Ponchón, que trabajaba en una prestigiosa empresa mexicana. Este gerente era considerado por el personal como un hombre muy afectuoso y con un liderazgo generoso y servicial, pero al mismo tiempo exigente. Un día, Don Ponchón le pide a su gente y al sindicato un esfuerzo especial, una jornada extra de trabajo en domingo. Su percepción a aquella petición suponía una respuesta negativa por parte del personal, y cual sería su sorpresa cuando los trabajadores no sólo aceptaron el reto que implicaba sacrificar el domingo, sino que pusieron como condición no cobrar dicha jornada extra, como una forma de agradecimiento y reconocimiento a su estilo de liderazgo.

Una conclusión clara sobre la actitud de respuesta de los trabajadores es que el liderazgo de servicio es recíproco, o se puede decir, que es de ida y vuelta. Don Ponchón recibió un regalo a su generosidad y comprobó con esta acción de su gente que contaba con el apoyo de todos.

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